jueves, agosto 30

Genial.



Hola.
Antes que nada, soy un afortunado millonario: tengo 250 amigos en Hi5.
Y además, soy reportero de la revista eme-equis, un semanario que se edita en la ciudad de México y en donde confluyen un grupo de plumas y talentos pocas veces visto. Esta primavera ganamos un Premio Nacional de Periodismo gracias a Alejandro Almazán.
El equipo está feliz y queremos compartirlo.
No dejes de leernos, cada semana.

www.eme-equis.com.mx

Me encantan varias cosas en la vida, como la investigación, la lectura, la música, la velocidad y una gran cantidad de aromas y sabores. Pero sobre todo me apasiona escribir y, lo más importante, ser amigo, ambas, lo que mejor me sale.
Por cierto, Jacinto R. Munguía acaba de publicar su libro La otra guerra secreta. Genial.
Cuenten conmigo, que ahí estaré.
No dejen de leer aquí en Hi5 mi diario.
Para saber más de mí y leer mis textos, pueden visitar estos blogs:

www.elpedrodiazg.blogspot.com

www.tunombreesliliana.blogspot.com
www.lascronicasinevitables.blogspot.com
www.laotraguerrasecreta.blogspot.com

Ahí encontrarán, además, una personal selección de fotos que les encantarán. De verdad, no se las pierdan. O en estas direcciones:

www.picasaweb.google.com/eldiazg
www.picasaweb.google.com/emeequismagazine
www.picasaweb.google.com/emeequismag



Y para saber todo de mí, el curriculum:


Ahí están mis mejores fotos, las de mi último viaje y las de mi familia, a la que adoro.
Un abrazo a todos. Atentamente,


El Pit.

Evidencias hasta ahora desconocidas





En la Grilla sin partidos

Los archivos perdidos de la prensa y el poder.
Cuánto costó el silencio en el 68 y la Guerra Sucia

Un adelanto exclusivo del libro La Otra Guerra Secreta,
de Jacinto Rodríguez Munguía




Nunca hubo una época en el que la prensa haya estado más lejos de la sociedad como durante los años duros del 68 y la Guerra Sucia, cuando propietarios y reporteros de medios escritos, radio y televisión decidieron dar la espalda a los ciudadanos y actuar en connivencia con las altas esferas del poder para ocultar los hechos, para difamar a los opositores, para halagar y endulzar los oídos de los ocupantes de Los Pinos y de Bucareli.
De acuerdo con el libro La Otra Guerra Secreta, editado por Mondadori y que a partir de este próximo 15 de agosto entra en circulación, existen miles y miles de hojas, reportes completos de la Secretaría de Gobernación y de la Presidencia de la República, transcripciones de llamadas telefónicas interceptadas ilegalmente y tarjetas confidenciales que prueban la complicidad y el maridaje vividos en los años en que los presidentes Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría eran prácticamente dioses en la tierra.
Los documentos rescatados del Archivo General de la Nación proporcionan evidencias hasta ahora desconocidas de ese pasado oscuro de la prensa mexicana: qué periodistas estaban en las nóminas de Gobernación, qué regalos recibían, qué dueños de medios se inclinaban, quiénes se humillaban por dádivas, qué personajes eran objeto de espionaje, cómo actuaba el poder para desestabilizar a los medios críticos e incómodos.
Dividido en siete capítulos, el libro –editado bajo el sello Debate–, proporciona amplia información inédita. Aparecen nombres y más nombres: Regino Díaz Redondo, Manuel Buendía, Juan Francisco Ealy Ortiz, José Pagés Llergo, Gabriel Alarcón, Emilio Azcárraga, Francisco Galindo Ochoa, Julio Scherer García, Manuel Marcué Pardiñas, Jacobo Zabludovsky, Pedro Ferriz, entre otros.
En sus cerca de 500 páginas, la obra muestra rasgos esenciales de la otra guerra, la guerra secreta, la de la alianza de los medios y el poder:
• Los estudios, los ensayos, los documentos elaborados al más alto nivel de la estrategia de propaganda política y mediática: la estrategia del rumor, el control vía publicidad y otros mecanismos institucionales.
• Las cartas de los empresarios de los medios mediante las cuales respaldan las decisiones gubernamentales en los momentos más críticos de los conflictos sociales: Tlatelolco, el Halconazo, la Guerra Sucia.
• Las columnas escritas por funcionario de Gobernación (Política en las Rocas y El Granero Político…) y que luego aparecían en los diarios de mayor circulación del país con la firma de los mejores columnistas, los más leídos, los más “creíbles”, los que impactaban en la opinión pública.

La relación entre los medios y el poder



Nagualito y otros compañeros de la guarida, abuso de este espacio para contarles que este miércoles, un amigo reportero, Jacinto Rodríguez Munguía, pondrá en las librerías un trabajo llamado La otra guerra secreta, que documenta la relacíón entre los medios y el gobierno mexicano durante la guerra sucia. El libro saldrá como parte de la colección Debate de Random House Mondadori, así que si se les antoja, tendrán buen material de lectura y ayudarán a un excelente investigador. Un abrazo a todos.

El sex appeal de los archivos muertos


En el blog De chivo los tamales
Cuando lo(s) muerto(s) habla(n)
Jueves, 30 de Agosto de 2007

LOS ARCHIVOS

Para una persona normal, pocas cosas pueden tener menos sex appeal que los “archivos muertos” de la burocracia gubernamental. Esa memoria de papel puede destruirse –lo que ocurre con mucha frecuencia- o puede guardarse lejos del ajetreo cotidiano y acumular polvo y olvido. Sin embargo, hay una tercera posibilidad: que algunos de esos papeles, gracias a la intervención del investigador, retornen al mundo de los vivos para descubrirnos elementos del pasado que pueden explicarnos aspectos del presente e incluso incidir sobre el futuro.

Hace tiempo Sergio Aguayo logró tener acceso a una parte de los archivos del Centro de Investigación y Seguridad Nacional y con ellos abrió una gran ventana para observar y juzgar la naturaleza de la “guerra sucia” que los aparatos de seguridad del Estado libraron contra la guerrilla urbana de Jalisco en los años 1970, (La charola, México: Grijalbo, 2001). La fiscalía especial que se creó el sexenio pasado para investigar a fondo los crímenes de Estado del antiguo régimen, también mostró que los archivos guardan muchas historias del lado oscuro del régimen priísta, aunque al final la fiscalía no supo o no quiso usar la voz de esos muertos para juzgar y condenar a los responsables. El eslabón más reciente en este interrogatorio del presente a los “archivos muertos” que están muy vivos, es obra de un periodista, Jacinto Rodríguez Murguía: La otra guerra secreta. Los archivos prohibidos de la prensa y el poder, (México: Random House Mondadori, 2007).

Trabajos como los de Aguayo o Rodríguez, son resultado de la combinación de la pérdida del monopolio del poder político del PRI (que desembocó en la apertura de acervos gubernamentales hasta entonces casi inaccesibles) con la voluntad de académicos o periodistas de zambullirse en ese aparente mar muerto de papeles y pescar temas muy vivos. Esa combinación de oportunidad y voluntad, hace que, como Lázaros de papel, los documentos resuciten y nos digan –en realidad, nos griten- la verdadera naturaleza del poder autoritario que nos gobernó a lo largo del siglo XX.

Y resulta que el espíritu y la forma del poder que emerge de los archivos no son muy distintos de los actuales, como lo demuestran un par de conspicuos ejemplos: los gobiernos caciquiles de Oaxaca y Puebla. Incluso existe el peligro de que ese pasado se transforme en la esencia del presente.

EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS

Los documentos de la Secretaría de Gobernación que Rodríguez recuperó del Archivo General de la Nación , corresponden al “corazón de las tinieblas” -para recordar a Joseph Conrad-, del México de los 1960 y 1970: a la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y a la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales (DIPS). Se trata de apenas una parte de la memoria de papel que está aguardando el compromiso, tiempo y energía de nuevos investigadores dispuestos a hacer la disección (¿o es vivisección?) del modus operandi priísta.

En estricto sentido, nada de lo encontrado por Rodríguez puede sorprendernos, pero al documentar las prácticas ilegales e ilegítimas del mando priísta, se convierte en una base sólida, irrefutable, para juzgar y condenar una forma de ejercicio de poder que aún no ha sido llamado a cuentas.

Explorar La otra guerra secreta de la misma manera que su autor lo hizo con los archivos que consultó, nos lleva a encontrarnos con la parte más “teórica” o “filosófica” del autoritarismo en su relación con la prensa, el tema central del libro. Esa “teoría” la constituyen un par de documentos, uno de autor desconocido y otro de Jorge Joseph Piedra, donde se proponen y se someten a crítica, desde dentro, varios aspectos muy precisos del ejercicio del poder autoritario en materia de imagen.

El primer documento es todo un tratado de propaganda política -41 folios, Fondo DIPS, caja 2998- cuyas recomendaciones, de aplicarse a fondo, se asegura, permitirían al PRI hacer un mejor uso institucional y sistemático de todos los medios de comunicación disponibles -prensa, radio, televisión, cine, teatro, ediciones oficiales, carteles y relaciones públicas. Si se lo propone, asegura el anónimo autor a la Secretaría de Gobernación de los años 1960, el régimen mexicano bien podría alcanzar su ideal: una “Tiranía Invisible” (¿“la dictadura perfecta”?). Esa tiranía mantendría las formas democráticas a la vez que permitiría al gobierno un “control popular” eficaz sin recurrir al uso de la violencia y el terror. Se trataba, en suma, de las síntesis de las reglas de un “arte” que, mediante el control de la comunicación –desde la noticia hasta el rumor- instalara en el subconsciente de los mexicanos las ideas de legitimidad, respeto y obediencia a la autoridad establecida.

El otro documento, firmado el 7 de agosto de 1968 por Jorge Joseph Piedra en su calidad de agente confidencial de la Secretaría de la Presidencia –Fondo DIPD, caja 2012-, es un análisis menos teórico pero más directo sobre los errores que se habían cometido en la forma en que se había reprimido hasta ese momento al movimiento estudiantil y que deberían evitarse en el futuro. No es nada excepcional, pero enumera diez descuidos del poder que habían llevado a que un conflicto secundario se transformara en una crisis política. Piedra, usando básicamente el sentido común, sostenía que autoridades civiles y militares habían resultado incapaces de hacer un uso fino de sus instrumentos de fuerza y su brutalidad había complicado innecesariamente el control de la rebeldía estudiantil. Lo que ocurriría después, permite suponer que las ideas en torno a la propaganda ofrecidas por el autor anónimo fueron más o menos puestas en práctica pero no las segundas. La brutalidad aumentó al punto que el 2 de octubre aún no se olvida. En suma, el mecanismo de control –la propaganda- tuvo éxito pero el mecanismo de autocontrol –limitar el uso de la fuerza- no.

Otros de los documentos encontrados por Rodríguez Munguía confirman algo que ya se sabe pero que no está de más reconfirmar: el uso del dinero público para subsidiar y controlar publicaciones, aunque las cantidades muestran que periódicos y periodistas resultaron baratos. Una nómina con 29 entradas identifica con nombre y apellido o por título de publicación –que van de Excélsior hasta el ya citado Jorge Joseph Piedra- a los beneficiados por los subsidios del gobierno, (pp. 348-349).

La materia prima de la prensa, el papel, es otro elemento discutido en estos documentos. El autor se detiene en el caso de Manuel Marcué Pardiñas y su revista Política, el principal órgano de crítica al régimen en los 1960. De Marcué el poder lo sabía casi todo por la vía del espionaje –desde su ideología hasta sus enfermedades. Y fue mediante el estrangulamiento en el suministro de papel, como el gobierno logró que finalmente esa revista, que tiraba 25 mil ejemplares y articulaba el punto de vista de la izquierda, dejara de existir a partir de diciembre de 1967. Al año siguiente el director de Política entraría a prisión y de ahí no saldría sino hasta 1971. No deja de ser revelador que en la nómina ya citada de personajes y publicaciones que recibían subsidios del gobierno (y de ser cierta), estuvieran, también, Marcué y Política. La cooptación y la represión se podían combinar sin problema, lo que explica que el mexicano fuese el sistema autoritario más exitoso del siglo XX.

Desde luego que el conocimiento puntual de lo que Marcué y otros miles de mexicanos hacían y decían, apunta a un gran sistema de espionaje interno: los infiltrados en reuniones, las conversaciones telefónicas interceptadas o simplemente grabadas por los funcionarios encargados del control político, etcétera.

LA CONCLUSIÓN

Para Rodríguez Munguía, la importancia de estos documentos no es que retraten la voluntad autoritaria del régimen priísta, sino que prueban la voluntad de los medios de dejarse corromper, de llegar a un servilismo tan ridículo como el de Emilio Azcárraga Vidaurreta que, por escrito, agradeció un regaño que le hizo gobernación por la manera en que un conductor de Televisa (Paco Malgesto) abordó temas de sexualidad (DIPS, caja 2961/A). No deja de tener su gracia que Gobernación se dijera escandalizada por el sexo mientras practicaba el espionaje, la represión y, llegado el caso, el asesinato.

No hace mucho, Jesús Silva Herzog, ex secretario de Hacienda, se preguntaba porqué la cobertura que la televisión había dado al último congreso del PRD había sido tan pobre a pesar de que el evento fue “trascendente para la vida del país” ( La Jornada , 22 de agosto). La otra guerra secreta tiene la respuesta para el ex secretario: porque el antiguo sistema aún vive. mailto:agenda_ciudadana@hotmail.com

RESUMEN:

“EN BUENAS MANOS, LOS DOCUMENTOS EN LOS ARCHIVOS GUBERNAMENTALES PUEDEN CONTAR HISTORIAS MUY ÚTILES PARA EL PRESENTE”

No salen bien librados



La Quintacolumna de Mario Alberto Mejía

quintacolumna2005@gmail.com

El Poder y la Prensa. En La Otra Guerra Secreta, espléndido libro de Jacinto Rodríguez Munguía, caen varios mitos entre los periodistas mexicanos.

Uno de quienes no salen bien librados, y terminan siendo expuestos más en sus sombras que en sus luces, es Manuel Buendía, el enemigo número uno –en su tiempo- de la ultraderecha mexicana y de la CIA.
Rodríguez Munguía refleja en las fichas a las que tuvo acceso en Lecumberri –vía el Archivo General de la Nación- el carácter doméstico e institucional de Buendía en su relación con el presidente Luis Echeverría Álvarez.
Pero si el periodista no sale bien librado en este libro –como tampoco el hoy venerado Jacobo Zabludovski y otros más-, hay una figura que destaca de entre todas por su perversidad y por su lenguaje soez.
¿Su nombre?
Francisco Galindo Ochoa, operador de medios del gobierno durante decenios enteros.
Veamos el diálogo que recrea Rodríguez Munguía –tomado de los archivos referidos anteriormente- en los que aparecen Galindo Ochoa y Alfonso Corona del Rosal, quien curiosamente es llamado “Flor” por el operador de medios.
Hay que decir que Corona del Rosal sólo duró un año como gobernador de Hidalgo -1957-, pues en 1958 dejó el cargo para irse a despachar como presidente del CEN del PRI.
Vea el lector cómo trataba el operador al líder priista en plena época navideña y cómo ambos se referían de los periodistas.
¿Fecha?
19 de diciembre de 1962.
Flor: ¿Pancho?
Ochoa: ¿Cómo le fue, mi flor?
F: Oiga, Pancho, ¿qué le mandaremos a (Carlos) Denegri?
O: ¿A Denegri?
F: ¿Qué me sugiere?…
O: Pues hombre, mi Flor… lo que más le gustaría…
F: Sí…
O: Mándele ‘lana’, mi Flor.
F: ¿Sí?…
O: Sí…
F: ¿Cuánto le mandamos?
O: Pues… ¿cuánto tenía usted pensado para el regalo?
F: Pues unos tres mil. Algo así.
O: Pues mándele.
F: Cinco.
O: Si puede.
F: Sí, cómo no.
O: Sí… porque ahorita está ladrando aquél.
F: Entonces…
O: Tuvo que correr ahí a un gerente y tuvo que darle cincuenta mil pesos.
F: Mañana se los damos.
O: Muy bien, mi Flor.
F: Muy bien.
O: ¿Que me hizo favor de invitarme a tomar una copa mañana a su casa?
F: El honrado es su amigo.
O: Jajajaja. Muchas gracias. ¿Nos vamos a ver en el partido, verdad?
F: Sí. A la una va el embajador ruso a visitarnos.
O: Sí, señor.
F: Y de ahí nos venimos.
O: Oiga, mi Flor.
F: Sí…
O: ¿No sería conveniente que usted dirigiera un mensaje a los miembros del partido con motivo del año nuevo?
F: Sí, cómo no…
O: Para publicarlo en la Revista…
F: Cómo no, ande; hágalo.
O: ¿Quiere que le haga un proyecto?
F: Sí. Hágalo.
O: Mañana lo llevo.
F: Oiga, otro favor...
O: Dígame...
F: Sería bueno mandarle un regalito a (Mario) Santaella
O: Pues sí, también...
F: ¿Verdad...?
O: Sí...
F: A (Manuel) Buendía con un cortesito... ¿no?
O: Con eso sale de paso...
F: ¿Verdad...?
O: Si, además anda muy mal de a «tiro»... jajajajajaja.
F: Jajajajajajaja. ¿A quién otros debemos atender... a Don Rodrigo?
O: A su amigo (Julio) Teissier, hombre, a Rodrigo... sí...
F: ¿A Teissier qué me sugiere...?
O: A Teissier lo mismo... mi Flor...
F: ¿Igual camino...?
O: Igual o lana... o un corte de casimir.
F: O un objeto de plata para su casa...
O: A don Rodrigo... Whisky...
F: ¿Whisky...?
O: Sí...
F: ¿Bueno, oiga, y no le gusta a Don Rodrigo el buen vino tinto?
O: Sí...A él le gusta marca Wusson que es muy difícil... me quedaron de surtirme el otro día que encargue una caja...
F: Pero ya nos dijo el otro día que nos gusta el buen Chivas... le puedo mandar unas tres botellas del buen Chivas... es un buen regalo...
O: Sí, es un buen regalo...
F: Bueno a Teissier un objeto de plata...
O: A esa gente mejor lana...
F: Es más práctico, ¿verdad?...
O: Siempre anda tras ella...
F: ¿Bueno, entones mañana hacemos eso... ¿no hay alguno otra persona que debamos atender...?
O: A el ABC, mi Flor...
F: ¿Pues qué siguiere usted...?
O: Pues a esas gentes que tienen tanto, mi Flor... Pues Champaña
F: Bueno...
O: No puede ser menos...
F: No... no... no.
O: Una gente de esa categoría...
F: Claro.
O: Le manda usted una cosa de plata... que más tendrán...
F: No... toneladas...
O: Verdad... jajajajajajaja...
F: jajajajajajaja...
O: Oiga, más que las que hay ahorita en las minas de Pachuca... jajajaja.
F: jajajajaja... indudablemente...
O: ¿Verdad...? Pero una buena champaña sí le cae bien...
F: Nunca sobra... Bueno, Pancho... hasta mañana
O: Hasta Mañana...
Hasta aquí la extensa conversación.
¿Se imagina el lector cómo se pondrán de acuerdo algunos operadores de medios locales para definir los obsequios de navidad que les entregarán a los periodistas poblanos?
Ya lo dijo don Pancho Galindo Ochoa: “A esa gente mejor lana...”
-Es más práctico, ¿verdad? –coincidiría Corona del Rosal.
-Siempre andan tras ella –remataría don Pancho.


¿Y Scherer? Don Julio Scherer García, gran santón del periodismo mexicano, tampoco se salvó de ser grabado.
Menos aún de ser felicitado por don Pancho.
Nótese el tonito de agradecimiento eterno de don Julio, para entonces director de Excelsior:
Francisco Galindo Ochoa: Salió extraordinario; lo dedican todo con inteligencia y cariño hacia el señor Presidente; lo han hecho como nunca. Comprendo que no podían ignorar esto y que a güevo lo tenían que presentar, pero podían haberlo presentado en una forma o en otra, y lo han presentado en una forma extraordinariamente bien.
Julio Scherer García: Estoy muy contento de oír esto, pues creo que comparado con los otros periódicos, nos los comimos, pero ello se debió a que nos envió el informe con oportunidad.
FGO: Lo hice contrariando normas, pero sabía lo que hacía y con quién lo hacía. Entonces le recomiendo que, como quedamos, le siga así unos días.
JS: De acuerdo”
El “señor presidente” al que se refieren es Gustavo Díaz Ordaz y el tono solícito de Scherer está muy lejos del que utilizó cuando el propio Galindo Ochoa, ya en el sexenio de José López Portillo, le quitó la publicidad institucional a Proceso.

Las evidencias documentales


Nota de EFE en La Raza, de Chicago
Nota de EFE en La Opinión de Los Ángeles
Nota de EFE, en El Diario, de Nueva York
Nota de EFE en Yahoo, España
Nota de EFE en El Litoral, de Santa Fe, Argentina

Julián Rodríguez Marín


México, 28 ago (EFE).- Los gobiernos mexicanos de Gustavo Díaz
Ordaz (1964-1970) y Luis Echeverría (1970-1976) usaron numerosos
instrumentos para el control de los medios, lo que supuso otra
"guerra sucia" junto a la represión a disidentes, dijo a Efe el
investigador Jacinto Rodríguez Munguía.
El también escritor acaba de publicar el libro "La otra guerra
secreta. Archivos prohibidos de la prensa y el poder" (Random House
Mondadori, 2007) en que revela los sistemas utilizados por estos
gobiernos, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), para
"domesticar" a los medios.
Tras varios años de revisión de miles de documentos oficiales,
que fueron conservados pese a las ordenes presidenciales de destruir
evidencias, Rodríguez relató cómo los gobiernos vigilaron
puntualmente todas las expresiones de cada medio y de cada
periodista.
El investigador explicó que el Gobierno dio todo tipo de
facilidades a los medios y comunicadores "amigos", como subsidios
indirectos.
La entrega de publicidad oficial fue otro de los mecanismos
usados para apoyar o castigar a los periódicos.
Entre los casos más notorios de represión en la década de los 70
estuvo la desaparición del "Diario de México" o el boicot contra
"Excelsior" cuando estaba dirigido por Julio Sherer, quien fue
expulsado de ese diario tras un golpe promovido desde el poder en
1976.
Asimismo, el libro de Rodríguez incluye copias de cartas,
escritos de diversos periodistas, muchos de ellos aún en activo, que
revelan los vínculos cercanos que mantenían con los altos
funcionarios.
En su investigación, el escritor recogió las evidencias
documentales -oficios, fichas, notas, cartas- que demuestran cómo se
controló y sobornó a comunicadores mediante la inclusión en nóminas
secretas, entregas de dinero, regalos, privilegios, acceso a la
información o favores personales, todo a cambio de ocultar temas
incómodos para el Gobierno.
El investigador recordó que el gobierno tenía la regla de no
guardar ni listas ni recibos de los pagos a periodistas, pero
algunos funcionarios conservaron documentos sobre las cifras
entregadas a medios y comunicadores en las que aparecen los nombres
de los mayores diarios del país, algunos de sus directores,
redactores y reporteros.
Entre los períodos de mayor control contra la prensa, Rodríguez
citó el conflicto juvenil estudiantil en 1968, cuando el gobierno
ocultó la información de las protestas masivas, de los actos de
represión, encarcelamiento y desaparición de numerosos activistas.
En particular, los medios silenciaron o dieron sólo la versión
oficial de la matanza del 2 de octubre de ese año, cuando el
Ejército mexicano disparó contra un mitin de estudiantes en la plaza
de las Tres Culturas en Tlatelolco, en la capital, con un saldo de
tres decenas de muertos, aunque informes no oficiales lo elevan a
unas 400 víctimas mortales.
"Estamos hablando de los movimiento sociales más fuertes de los
años sesenta, que se cerraron con el 2 de octubre del 68 y luego el
surgimiento de una guerrilla, tanto urbana como rural que es
totalmente invisible", indicó .
El autor consideró que esa historia no se encuentra documentada
en ninguno de los medios de comunicación de la época.
Aseguró que esos métodos se mantienen hoy en día y consideró que
muchos medios mantienen una actitud crítica con el poder como arma
de negociación. EFE

Nunca más olvidemos nuestro papel



En periodismo-científico


Para Jacinto, por su amistad plena


Hay una frase que me gusta mucho: busca el consuelo en la verdad. Pero cuando esa verdad se oculta, se trastoca y se convierte en mentira le cuesta mucho más tiempo y trabajo para convertirse en luz. Durante ese tiempo acumulado se agolpa y acumula la obligación de revisar la historia, pero su esclarecimiento es la única condición para poder construir y/o reconstruir un futuro transparente y libre.

A México le falta aclarar su historia reciente, sobre todo cuando se trata de los movimientos sociales del 68, el 71, los años previos y, sobre todo, la Guerra Sucia posterior. En ella se cometieron los peores crímenes de Estado, incluidos delitos de Lesa humanidad que, por lo visto, quedarán impunes ante la (in)justicia mexicana, pero que no deben quedar impunes ante el juicio de la historia.

Gracias a la larga investigación, no libre de riesgos, de Jacinto Rodríguez Munguía, que ahora se plasma en el libro La otra guerra secreta. Los archivos prohibidos de la prensa y el poder (Editorial Debate), se aportan datos contundentes de esa relación que pocas veces había salido de los corrillos del rumor: los vínculos entre empresarios y trabajadores de los medios de comunicación, y los políticos que detentan el poder de una nación.

Una relación que para el Estado priísta significó una pieza clave de su hegemonía, que trastocó el supuesto compromiso de los medios de comunicación con la sociedad mexicana y que los jóvenes del 68 denunciaban como “prensa vendida”.

Esta historia por muchos sospechada y ahora revelada por Jacinto Rodríguez Munguía nos muestra que la “Tiranía Invisible” adopta las más variadas formas de gobiernos democráticos sin serlo; que controlan y corrompen a tal punto que hay teorías, tesis e hipótesis que se han experimentan y aplican de forma cotidiana.

Esta investigación arroja luz a un pasaje oscuro de la historia mexicana, de la complicidad de los medios con los gobiernos totalitarios y antidemocráticos. Sin embargo, luego de 30 o 40 años, muchas de esas prácticas no han sido desterradas del todo y ahora se retoman con formas más sutiles.

La prensa, los medios, debemos reconocer las deudas, debemos reconstruir el pasado para que nunca vuelva a repetirse. Ojalá nunca más olvidemos nuestro papel fundamental que jugamos en la sociedad, y que Jacinto nos recuerda magistralmente con su libro.

martes, agosto 28

El romance entre la prensa y el poder político



Entrevistas con Jorge Santa Cruz
Agosto 23, 2007

En entrevista con Jorge Santa Cruz, el autor de “La otra guerra secreta los archivos prohibidos de la prensa y el poder” una historia documentada sobre la relación de la prensa con el poder, publicado por editorial Random House Mondadori.

En esta interesante charla, el autor, quien es periodista del semanario eme-equis, revela cuales son los elementos que lo llevaron a descubrir esta capa de la historia en la cual, se narra con documentos el romance entre la prensa y el poder político.

Así, Rodríguez Munguía, concentró su búsqueda en fuentes que hasta hace muy pocos años tenían la clasificación de “archivos reservados”, y tuvo acceso a fondos resguardados por los órganos de inteligencia de la Secretaría de Gobernación, en concreto, de la dirección federal de seguridad y de la dirección de investigaciones políticas y sociales.

Cabe mencionar que la otra guerra secreta los archivos prohibidos de la prensa y el poder, devela todas los detalles de la forma en que los gobiernos controlaron, cooptaron, compraron, presionaron, etcétera, a los diversos medios de comunicación (prensa escrita, radio, televisión, hasta el cine y los libros), evidenciando que no en todos los casos el poder los obligó a estar de su lado.

lunes, agosto 27

Las dictaduras reprimen



Chinto...


Mi amigo Jacinto Rodríguez Munguía publicó por fin su libro: La otra guerra secreta. Los archivos prohibidos de la prensa y el poder. No se lo he dicho personalmente, pero como si lanzara un grito a los cuatro vientos quiero decirle que me llenó de orgullo saber que este trabajo de investigación de años y esfuerzo se haya concretado.
Para todos aquéllos que critican a la prensa y los políticos, deben saber que todavía existen muchos periodistas honestos que buscan por todos los medios ser los ojos de la sociedad y su voz magnificada sin ganas de volverse millonarios, ganar un espacio de poder o desconocer sus raíces.
Es una lección de periodismo de uno de los reporteros underground que constantemente hace ruido en el mainstream con sólidas piezas que muchos que se hacen llamar periodistas nunca podrán tener el valor de hacer públicas.
Destaco unas líneas de su pesquisa:

"Para que la propaganda política se instale con carácter permanente en el subconsciente del ciudadano y ahí adquiera condición de hábito mental, precisa que nada ni nadie la contraríen".

"Las dictaduras reprimen por la fuerza las ideas y las expresiones populares. En un gobierno democrático, este control debe alcanzar calidad de arte, toda vez que intente manejar ciudadanos libres, capaces de resistirse a la acción de las autoridades y capaces también de llevar el contagio de su resistencia a los demás".

Eso lo encontró Jacinto en un documento del gobierno mexicano, lineamientos políticos de control ocultos durante décadas, de los muchos que hace públicos con base en horas nalga invertidas en el Archivo General de la Nación.


Felicidades Chinto!!!!!

(Eres uno de los mejores ejemplos de que el periodismo tiene salvación y razón de ser)

(sin nombre)

me uno al grupo de muertos de hambre x que entodos lados quieren el dichoso redondeo pero nomas no veo claro con los hechos, y cuando llegan a informar sobre el equipamiento de alguna escuela resulta que son escuelas de paga , como en tijuana que se hizo una donacion de 20 computadoras a una escuela que pertenece al entonces presidente de tijuana (Jorge Hank Ron)

no se a ciencia cierta si fue el redondeo quien las dio pero si fue de una organizacion que segun ellos apoyan a los que menos mas lo nececitan,jajajaja me hacen reir a quien le quieren ver la cara.? a demas no ser dan cuenta que no solo es el redondeo, tambien andan con lo de donaciones por cajero, ayudas al banco de alimentos y un kilo de ayuda, etc,etc,etc, organizaciones que jamas sabes que hacen con ese dinero, en mi caso en particular he experimentado en mi propia persona como en el banco de alimentos , no dan la ayuda que dicen dar cuando acudes a ellos , definitivamente no te dan ayuda de ninguna, y los alimentos que donan a las personas que se llegan a ganar el super favor de que les den de sus miserias , solo contienen frutas y verduras totalmente hechadas a perder,y muy deves encuando algun kilo de azucar o aceite, ya me sali del tema , pero es importante que todos nos demos cuenta de que se hace con lo que nosotros ,de buena gana damos para ayudar a los que lo nececitan . no se trata de nadamas dar y ya, si vamos a hacer un favor hay que hacerlo completo no creen?

20 agosto 11:11 p.m.

*

Isabella

Yo no estoy de acuerdo con el famoso redondeo, por que siento que solo va a parar

a las bolsas de los empresarios o cajeras, ya que ultimamente en las tiendas

chedraui, solo dicen le gustaria redondear?, les preguntas y ahora a quien van a

beneficiar y solo dicen escuelas, pero no tienen ninguna propaganda,

si cada cajera atiende en un promedio a 100 personas diarias duarnte su jornada

de trabajo, estamos hablando que el famoso redondeo es a veces hasta de

90 centavos, y es un robo descarado, la cantidad es minima, tal vez no nos sirve

para mjucho pero si juntamos la cantidad por volumen de compradores

al hacer su corte de caja se llevan su ganancia, a mi no me gusta que me engañen, por eso odio el redondeo.



Mecanismos de propaganda



Random-House Mondadori

06-08-2007

La otra guerra secreta

Jacinto R. Munguía

Una historia ampliamente documentada sobre la relación que ha tenido la prensa con el poder político entre 1960 y principios de los ochenta. Una investigación puntual de los mecanismos de propaganda y control informativo, sobre todo, en los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez.

Bombazos a los medios



Adelanto de Libro: La otra guerra secreta

Bombazos a los medios

A partir de documentos de los órganos de inteligencia de la Secretaría de Gobernación, el autor revela las relaciones entre el gobierno y los medios en tiempos de la guerra sucia.

La prensa sería uno de los primeros sectores a quienes se les "informaría" del México que se avecinaba. El 18 de septiembre de 1969, una serie de detonaciones estallaron en instalaciones de varios medios de comunicación e instituciones gubernamentales.

Los espacios elegidos para el mensaje fueron el estudio I de Televicentro, el diario El Sol de la cadena García Valseca, editorial El Reportaje y el edificio de Excélsior. El explosivo puesto en El Heraldo, coincidentemente, no estalló.

Los peritos de la PGR señalan en su reporte que los artefactos explosivos que fueron colocados, y que estallaron en los edificios, eran de fabricación casera, de tiempo, con base esencialmente de dinamita, y el que fue recogido en el periódico El Heraldo, sin llegar a estallar, estaba constituido por dinamita, con mecanismo y reloj con límite de tiempo de cinco minutos.

Se informaba también que en la tarde del mismo 18 se había recogido en Televicentro otro artefacto explosivo que, de haber estallado, habría ocasionado daños de posible interrupción a los canales 2 y 4.

El ataque a los medios obligó a la inmediata coordinación de los aparatos de inteligencia, incluida la participación de la Secretaría de la Defensa Nacional, para identificar a los presuntos responsables.

La misma tarde del 18 de septiembre, la Dirección General de Materiales de Guerra de la Sedena realizó un informe técnico de los artefactos, anexando imágenes.

Escribe en su reporte el general de brigada Juan Zorrilla Flores: "Me permito hacer del superior conocimiento que en esta dirección a mi cargo se inspeccionó un artefacto explosivo supuestamente semejante a otros de su misma especie que estallaron, durante las últimas horas en diferentes lugares de la Ciudad de México".

A las seis de la tarde, la Dirección Federal de Seguridad informaba la detención de 19 hombres y una mujer por parte de los Servicios Especiales de la Jefatura de Policía del DF, presuntos culpables de la instalación de los explosivos.

Las detenciones se habían realizado durante la madrugada inmediatamente posterior a los estallidos, aunque no se indica por qué se había detenido a personas tan específicas, ni las causas de la detención o de su relación con los explosivos. Entre ellos estaban cuatro estudiantes del Politécnico de las carreras de química industrial, electrónica y arquitectura; varios peruanos, entre ellos tres periodistas, incluso un vigilante de la Lotería Nacional y tres artistas.

En otro anexo, la DFS especulaba que de acuerdo con "fuertes rumores" detectados en la universidad, el principal autor de los atentados dinamiteros había sido Guillermo González Guardado (El Púas) ex alumno de la ESCA del IPN, de filiación trotskista, ex jefe de un departamento de la Secretaría de Recursos Hidráulicos, propietario de uno de los departamentos del edificio del ISSSTE de Nonoalco-Tlatelolco de donde hicieron disparos a la policía el 2 de octubre de 1968. Su hermano Arturo se encontraba preso por esos sucesos.

Sin embargo otro reporte confidencial, éste sin firma, ponía en duda las pesquisas de la DFS. Según éste, enviado directamente a Echeverría por un grupo de agentes secretos infiltrados en los grupos de izquierda, para ese momento no se sostenía atribuir los "bombazos" a gente del Partido Comunista, Liga Espartaco, trosquistas, procubanos o prochinos.

La opinión generalizada, que habían cosechado de sus incursiones en los grupos, era que dichos atentados habían sido financiados por personas ansiosas de volver a detentar el poder, considerando que la única forma de lograrlo nuevamente era provocando situaciones de incertidumbre hasta que el país entrara en un periodo de caos económico incontenible y en el momento crítico surgieran en la palestra los salvadores de la nación.

Argumentaban sus hipótesis a partir de los efectos concretos que dejaron los explosivos. En el caso de las bombas, conocidas como petardos caseros, habían tenido la intención de causar daños materiales y en ningún instante vidas humanas. Se buscaba solamente espantar a la gente.

El otro tipo de bombas, las de alto poder que explotaron a las 03:15 de la madrugada, tenían el objetivo de provocar una amplia difusión del caso, pues era muy remoto que alguien saliera lastimado a esa hora. “Es bien conocida la trayectoria periodística de Excélsior, que si bien no se erige como defensor de los grupos de izquierda, tampoco es su agresor, como sí lo son El Sol de México y El Heraldo, y en los tres casos fue el mismo operativo”.

Esta hipótesis la relacionaban también con la explosión en la editorial Reportaje, donde se editaba la revista Por Qué? La explicación era que al ser Por Qué? una publicación que tenía por norma el ataque al gobierno, lo que seguiría era una escalada de críticas más feroces al poder, y el ataque a sus instalaciones era el mejor argumento.

Los daños económicos causados por los explosivos fueron: Televicentro, 87 mil pesos; El Sol de México, 10 mil 500 pesos; Reportaje, 48 mil pesos; Excélsior, un millón de pesos aproximadamente, mientras que en la Procuraduría General de Justicia del Distrito y Territorios Federales y en la Secretaría de Gobernación, apenas fue de 48 mil y diez mil pesos, respectivamente.

No eran los primeros ataques dinamiteros a medios de comunicación. Uno previo había en diciembre de 1966. Según informes de fuentes absolutamente dignas de crédito, dos reporteros de El Sol habrían participaron en un atentado contra El Día, y los mismos habían sido ascendidos dentro de la Cadena García Valseca, al salir de la cárcel. El encargado de premiarlos fue Salvador Borrego, verdadero director de la Cadena García Valseca, aunque sin nombramiento oficial, cerebro de los neonazis en México y autor de varios libros sobre la misma doctrina. Abriéndose de cepa en su filiación política a favor de intereses que contradicen obviamente la política del gobierno del presidente Díaz Ordaz, el coronel García Valseca no sólo está brindando todo el apoyo de sus periódicos al dictador Francisco Franco, sino que ahora ha ido personalmente a España a recibir su recompensa.

La prensa extremista de derecha, representada por su máximo exponente, El Sol edición vespertina, saluda con inocultable alegría la intervención del ejército en la universidad y los sindicatos venezolanos para salvar al gobierno.

Para Televicentro, empresa de Emilio Azcárraga, el de 1969 tampoco era el primer atentado. Ya en los archivos de la policía secreta del Departamento del Distrito Federal se encontraba el expediente 81/67, donde a detalle se explicaba el atentado contra la casa del poderoso empresario, en Lomas de Chapultepec 1435, el 13 de marzo de 1967. La investigación policiaca se había hecho a petición directa de Emilio Azcárraga al presidente Díaz Ordaz.

Algunas consideraciones que los servicios secretos hicieron de ese ataque fueron que el hecho de que la explosión haya ocurrido en la noche (23 horas) indicaba que la o las personas que la provocaron pensaron asegurar su difícil identificación y fácil fuga. La ausencia en el suelo del jardín, en las paredes de la barda y de la casa, de fragmentos de metal, tornillos, clavos y de piedras extrañas a las existentes en el suelo de dicho jardín y casa, descartaba el que se hubiera empleado alguna bomba de las destinadas al ejército y artefactos explosivos caseros de poder altamente peligroso por los proyectiles que se hubieran formado en caso de existir… En síntesis, solamente había sido un susto, un anuncio.

Jacinto R. Munguía












Los fríos y ominosos reportes


La complicidad de los medios en la Guerra Sucia; el expediente se abre mañana
El libro de Jacinto Rodríguez Munguía al cual me refería en mi anterior post estará a la venta a partir de este miércoles en librerías, un meritorio producto de años de investigación y de lectura concienzuda de los fríos y ominosos reportes de los órganos de inteligencia del Estado mexicano. La otra guera secreta no es la transcripción de una petición de información formulada al IFAI y desahogada en 15 días, lo cual se ha convertido en método de trabajo de los modernos periodistas de investigación. Es un trabajo elaborado casi en paralelo con su libro anterior, Historia confidencial, las nóminas secretas de Gobernación (2004) y está basado en documentos rescatados de las alcantarillas de la historia oficial. En las montañas de Guerrero era el ejército; en la ciudad, la Dirección Federal de Seguridad. Ambos tenían la labor de aniquilar a la guerrilla y silenciar las voces que negaran la bondad de las instituciones. A décadas de distancia, periodistas y comunicadores escudan su vergonzante silencio en el poder censor de la Secretaría de Gobernación, en el miedo a desafiar a la figura presidencial. Sin embargo, muchos de los que callaron lo hicieron por voluntad propia, cómplices y colaboradores de los torturadores pagados en Bucareli y los ejecutores vestidos de verde olivo. Para escribir ese episodio se necesitaba de un verdadero periodista, de esos que se ubican por encima de la memoria cortoplacista de los redactores de coyunturas y vendedores de escándalos. Un texto indispensable de un excelente reportero para periodistas que de verdad leen.

Infinitas regalías



Pues sí, ya está a la venta el libro de Rodríguez Munguía Jacinto.
Desde aquí le saludamos, le deseamos larga lectura, ediciones sinfín y por supuesto, regalías que no acaben nunca.
La otra guerra secreta.
El Documento.
Bienvenido.

Desde mundoemeequis.


Pedro Díaz G.

Usos y costumbres


Cuánto costó el silencio en el 68 y la Guerra Sucia

Los archivos prohibidos de la prensa y el poder

Desde 1963, al menos en los documentos, la Presidencia de la República como parte de los usos y costumbres en su relación con la prensa, disponía de una parte del presupuesto para «apoyos» a medios de comunicación y periodistas en todas sus variantes.
image

(Por Revista Emeequis).- Un adelanto exclusivo del libro La Otra Guerra Secreta de Jacinto Rodríguez Munguía
Nunca hubo una época en el que la prensa haya estado más lejos de la sociedad como durante los años duros del 68 y la Guerra Sucia, cuando propietarios y reporteros de medios escritos, radio y televisión decidieron dar la espalda a los ciudadanos y actuar en connivencia con las altas esferas del poder para ocultar los hechos, para difamar a los opositores, para halagar y endulzar los oídos de los ocupantes de Los Pinos y de Bucareli.
De acuerdo con el libro La Otra Guerra Secreta, editado por Mondadori y que a partir de este próximo 15 de agosto entra en circulación, existen miles y miles de hojas, reportes completos de la Secretaría de Gobernación y de la Presidencia de la República, transcripciones de llamadas telefónicas interceptadas ilegalmente y tarjetas confidenciales que prueban la complicidad y el maridaje vividos en los años en que los presidentes Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría eran prácticamente dioses en la tierra.
Los documentos rescatados del Archivo General de la Nación proporcionan evidencias hasta ahora desconocidas de ese pasado oscuro de la prensa mexicana: qué periodistas estaban en las nóminas de Gobernación, qué regalos recibían, qué dueños de medios se inclinaban, quiénes se humillaban por dádivas, qué personajes eran objeto de espionaje, cómo actuaba el poder para desestabilizar a los medios críticos e incómodos.
Dividido en siete capítulos, el libro –editado bajo el sello Debate–, proporciona amplia información inédita. Aparecen nombres y más nombres: Regino Díaz Redondo, Manuel Buendía, Juan Francisco Ealy Ortiz, José Pagés Llergo, Gabriel Alarcón, Emilio Azcárraga, Francisco Galindo Ochoa, Julio Scherer García, Manuel Marcué Pardiñas, Jacobo Zabludovsky, Pedro Ferriz, entre otros.
En sus cerca de 500 páginas, la obra muestra rasgos esenciales de la otra guerra, la guerra secreta, la de la alianza de los medios y el poder:
Los estudios, los ensayos, los documentos elaborados al más alto nivel de la estrategia de propaganda política y mediática: la estrategia del rumor, el control vía publicidad y otros mecanismos institucionales.
Las cartas de los empresarios de los medios mediante las cuales respaldan las decisiones gubernamentales en los momentos más críticos de los conflictos sociales: Tlatelolco, el Halconazo, la Guerra Sucia.
Las columnas escritas por funcionario de Gobernación (Política en las Rocas y El Granero Político...) y que luego aparecían en los diarios de mayor circulación del país con la firma de los mejores columnistas, los más leídos, los más “creíbles”, los que impactaban en la opinión pública.
Las bitácoras de las reuniones “privadas” entre empresarios y directivos de los medios de comunicación con funcionarios públicos de todos niveles: presidentes de la República, secretarios de Gobernación, etcétera.
Los orígenes del Premio Nacional de Periodismo, las otras canonjías a los medios y los periodistas para mantener su silencio, los festejos del Día de la Libertad de Prensa, lo que costaban estos premios y estos festejos.
Las historias completas de la censura a periódicos y revistas críticas al sistema. Un ejemplo: Política, de Manuel Marcué Pardiñas.
Las oficinas creadas ex profeso para contrarrestar la información de los “subversivos”, de los “apátridas”, de los “conjurados”, de los “terroristas”.
Los nombres de los autores de libelos como El Móndrigo y otros panfletos que circularon durante el verano de 1968 y los años de la Guerra Sucia.
Cómo y desde cuándo nació la obsesión de Luis Echeverría por el periódico Excélsior.
Los nombres de quienes ayudaron a la caída de Julio Scherer y compañía el 8 de julio de 1976.
Las otras censuras. La de los libros, como la que se aplicó a Inside The Company (La CIA por dentro), testimonio de Philip Agee, ex agente de la CIA, o el caso de Arnaldo Orfila y el Fondo de Cultura Económica. ¿Quién censuró? Ahí están los nombres y las pruebas.
PAQUETE CHINTO 80

La terca memoria,
de Julio Scherer.
Tiempo de recordar

Por Ignacio Solares *

Leí de corrido las casi 250 cuartillas de La terca memoria, de Julio Scherer, en un viaje en avión al norte del país, y me salvó del angustioso vacío, del tiempo que “debemos” permanecer en el aire, que en mi caso es mucho peor que el de la tierra.
“Nuestras soledades se reconocieron de inmediato”, escribe el poeta español César Antonio Molina, precisamente de una lectura arrebatada que hizo en un barco —“eternamente suspendido dentro de una calma chicha”— de Valle-Inclán y sus esperpentos.
Así es, hay soledades que se reconocen de inmediato durante ciertos trayectos inevitables. Muy en especial cuando la lectura lleva implícito un elemento añadido. No sólo la anécdota que nos narran, el estilo literario con que lo hacen, el orden temporal en que se ubican, su punto de vista particular; es más bien una compleja combinación de todos estos elementos que forman una unidad y que consiguen la corporeidad —viva y tangible— de lo que Cortázar llamó “un compañero de ruta”. Hay escritores ideales para ese cometido.
Scherer me acompañó en mi viaje en avión, él, que desde hace 40 años sabe de mi terror apenas mis pies se elevan del suelo, cuando era director de Excélsior y me mandaba a hacer reportajes tan insólitos como “Las fronteras de México” —casi 10 ciudades, tanto en el sur como en el norte— o a cubrir la muerte de Pablo Casals, en Puerto Rico, o a entrevistar a Ceaucescu, en Rumania. ¿Por qué forzarse a subirse a un avión si tanta angustia nos produce? ¿Por qué suponer que mejorará nuestra autoestima el superar una fobia?
—Lo mejor es una novela de aventuras —sugiere Joaquín-Armando Chacón, quien padece del mismo mal—. El vuelo se vuelve parte de la aventura. Te sientes personaje de London o de Conrad. Haz la prueba.
Pero, bueno, hace tiempo he renunciado a la ilusión de saber qué es exactamente la literatura y sus diferentes géneros; tanto como querer saber qué es el tiempo, la luz o el insomnio. Frente al misterio de su esencia, sólo me cabe el consuelo de circunscribir y de nombrar sus manifestaciones más accesibles. La relación entre un escritor y su lector —al margen de que lo conozcamos personalmente o no— es siempre extraña y no parece fundarse en la razón sino en los sentimientos. Su semejanza con la pasión amorosa es sorprendente: surge de improviso y, aun en sus momentos más entrañables, mantiene un carácter veleidoso: por qué lo leemos de corrido, dónde, cuánto tiempo nos lleva esa lectura, por qué la interrumpimos en ciertos pasajes o en ciertos momentos de hastío, qué significará y cuánto se integrará a nuestra vida futura...
Pero muy en especial tratándose de un libro como éste —quizás el más autobiográfico—, en donde el autor hace una disección rigurosa no sólo de los personajes que menciona, sino de sí mismo. Por eso escribir sobre Scherer con un lenguaje que no sea el de la pasión es imposible. Para él, los poderes de la palabra no son otros que los del esclarecimiento, la entrega incondicional, la clarificación de todo aquello que nombra. Qué capacidad para meterse en honduras y hacer del periodismo una forma no sólo de literatura, sino de religión, de cruzada quijotesca.
Por ejemplo, cuando le dice a Mario Vargas Llosa, a propósito del golpe artero que le dio a Gabriel García Márquez en una exhibición cinematográfica, y sobre el cual le pidió el escritor peruano a Scherer que no publicara nada al respecto. La respuesta de Julio fue lapidaria: “Cuando no quiera que las cosas se publiquen, don Mario, no las haga en público”. Lo cual, sin remedio, se tradujo en una conclusión abatida de Vargas Llosa: “Me jodió”.
O cuando sostiene con Héctor Aguilar Camín el siguiente diálogo:
—Ya no te preocupes del asunto, todo está aclarado —le dice Aguilar Camín.
—A mí no me lo parece —contesta Scherer.
—Somos amigos.
—Éste es un asunto que nada tiene que ver con la amistad. La amistad tiene sus propios caminos.
—Por eso.
—No, Héctor.
—Me perjudicas.
—Yo, no.
Y dice Scherer:
“Hubo al final un tono seco: me arrepentiría”.
Por supuesto, la siguiente vez que se encontraron, Aguilar Camín le negó el saludo.
O como cuando el abogado Xavier Olea Muñoz intenta publicar en Excélsior una “oración fúnebre” sobre el famoso y controvertido periodista Carlos Denegri:
—No se publica, Xavier.
—¿Cómo puedes decir eso?
—No se publica.
—Pago una plana.
—No.
—Pago, te digo. Tengo derecho.
—No, Xavier.
—Denegri vivió para su periódico.
—Fue inmenso. No cabrían sus reportajes en todo Excélsior. No habrá otro como él, Xavier, pero no se publica.
Lamartine, escribiendo sobre Víctor Hugo, dijo que lo peor que le podía ocurrir a un hombre era contraer la “pasión por lo imposible”. En efecto, es una enfermedad muy arriesgada. Pero de ella, hay que agregar, no sólo han nacido incontables sufrimientos del cuerpo y la mente para quienes la padecen, sino también las más extraordinarias hazañas del espíritu humano, como las obras de arte, los descubrimientos de la ciencia y —lo más importante— el anhelo de la justicia y la libertad.
“Amar lo imposible” forma parte consustancial de ciertos caracteres para quienes el mundo tiene sentido en la medida en que es modificable. Su trabajo los induce a querer romper los límites y “rastrear” aquello que no es, pero que podría ser. ¿Por qué no? “El periodista escudriña. Cumple así con su deber”, dice Scherer.
No ha sido otra su vocación desde La piel y la entraña —biografía de David Alfaro Siqueiros— de 1965, pasando por Los presidentes de 1986, El poder, historia de familia de 1995, Salinas y su imperio de 1997, Tiempo de saber de 2003, El indio que mató al padre Pro de 2005 y El perdón imposible del mismo 2005.
“Pienso ahora que sólo cuando están unidas la soledad, la reflexión y el sufrimiento hay maneras de intentar una transformación o al menos un cambio personal”, dice en algún momento.
O:
“Tiene la mirada tres llamaradas: cuando odia, cuando ama, cuando se inmoviliza en la reflexión profunda”.
Pero da una vuelta de tuerca a su tema:
“Sin amor, la libertad no tiene sentido”.
Y: “Si no hay compasión por la persona amada, la vida se extingue”.
Scherer es capaz, en este libro, de confesiones desgarradoras que, yo por lo menos, no recuerdo que haya realizado en ningún otro sitio:
“Consumido por el resentimiento que me había provocado la pérdida de Excélsior, entre la noticia y la amistad, optaba por la noticia. Frente al periodismo no conocía límites, decían”.
Un libro tan admirable como La terca memoria se convierte en algo así como una mano que tiene la esfera de su propia vida entre los dedos. La mira, la mueve y la hace girar, palpándola y mostrándola. Miren, vean: eso soy yo. La abarca íntegramente por fuera (como lo hace siempre la mejor literatura) y a la vez busca penetrar en la transparencia luminosa que cede poco a poco a un ingreso íntimo y a la topografía de toda una vida. De sus frustrados años en el Colegio Alemán a su vocación para denunciar las corruptelas del poder.
“Vimos claro en Proceso. Fuimos agresivos para el medio mexicano, agoreros de todos los males, catastrofistas...”.
Esa “pasión por lo imposible” es inseparable de Scherer de su vocación de reportero. Confiesa:
“Tengo certeza de que no hay hombre más libre que el reportero. Los acontecimientos los hace suyos y en esa medida le pertenecen”.
Y aún:
“Por razones de cercanía, porque los tiene enfrente, nadie puede observar como un reportero a los hombres y mujeres que viven para el poder, para hacer lo que les da la gana, hasta apropiarse de lo que no necesitan y hasta desprecian”.
Nada como ciertos libros para ciertos viajes.
Gracias, Julio.

...........................................
* Escritor, su novela más reciente es La Invasión (editorial Alfaguara). Actualmente es director de La Revista de la Universidad, en cuya más reciente entrega apareció originalmente este texto.
18/08/2007

Certificado de autenticidad



ISBN 9789707808850
LA OTRA GUERRA SECRETA
JACINTO R. MUNGUIA
CODIGO DE BARRAS 9789707808850
TEMATICA POLÍTICA
CLASIFICACION COMERCIAL TODOS LOS DEMÁS
TIPO DE EDICION TAPA BLANDA, PEGADO CON SOLAPA
SELLO DEBATE
COLECCION TEMAS DE DEBATE
GENERO LITERARIO NO FICCIÓN
PESO 0 G
PAGINAS 490
ULTIMA EDICION E01-R00
FECHA DE LANZAMIENTO 08-2007
DISPONIBILIDAD (ONLINE) EN STOCK
ISBN:9789707808850 OTRA GUERRA SECRETA, LA

CONTRATAPA
¿Cuánto costaba el silencio en México? ¿Quién decidía lo que se decía durante los sexenios del PRI? ¿Qué hicieron los dueños de los medios cuando el gobierno silenciaba a los opositores? ¿Dónde estuvieron los líderes de opinión, los columnistas, los reporteros? ¿Quién protestó? ¿Desde qué dependencia se callaba a los periodistas? ¿Los callaron a todos o hubo quienes prefirieron callar por voluntad propia? En La otra guerra secreta el lector encontrará muchas de las respuestas que hacían falta. Un país que se busca a sí mismo, que trata de hacer las paces con su pasado y con su historia, necesita desnudarse para encontrar la verdad. En este libro, a partir de fuentes primarias del Archivo General de la Nación #de los fondos correspondientes a los órganos de inteligencia de la Secretaría de Gobernación: Dirección Federal de Seguridad y Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales#, se desvelan los modos y las estrategias del gobierno, así como las posiciones y predilecciones de los comunicadores y dueños. No queda sin tratar ningún asunto, ningún #particular#. La mayoría de los reporteros, periodistas, líderes de opinión y dueños de medios #demuestra Jacinto Rodríguez Munguía# callaron por voluntad propia. Fueron los tiempos de la guerra sucia, una guerra clandestina y soterrada, una guerra implacable. Los tiempos en que los medios de comunicación fueron el aliado fundamental de las botas, las torturas y las eliminaciones extrajudiciales. Fue ésta la otra guerra, la guerra secreta, la de la alianza de los medios y el poder, la de la complicidad y las canonjías.

Cuánto costaba el silencio



En Medio
La otra guerra secreta, medios y poder en el México de la Guerra Sucia
post info
By Juan Carlos Romero
Categories: Periodismo de investigación y Libros

Periodista de investigación, con una vocación literaria que ha exhibido en sus textos publicados desde que lo conocimos como reportero de Milenio Semanal, el buen amigo Jacinto Rodríguez Munguía está por sacar al mercado un nuevo libro titulado La otra guerra secreta. Los archivos prohibidos de la prensa y el poder, bajo el sello Random House Mondadori, el cual documenta de manera exhaustiva las relaciones entre los medios mexicanos y el gobierno durante los peores tiempos de la llamada Guerra Sucia. Ya les platicaremos un poco más en cuanto tengamos en nuestras manos el ejemplar correspondiente, pero por lo pronto, este domingo 12 Milenio ofreció un adelanto para entrar en la materia y comenzar a contestar preguntas obligadas como cuánto costaba el silencio en México…

Merecida presencia



Es justo y merecido estar en diferentes blogs.
Por ti, Jacinto, por los que no están.

El justo reclamo

viernes, agosto 24

Tajante, sin vuelta atrás


Ciudad de México.- La otra guerra secreta, una de tantas o pocas, también tiene su historia coloreada de azares. Un libro que promete desnudar los rincones de los medios de comunicación de aquella época. Que pretende hablar, con nombres, de la verdad sobre lac onvivencia de los grandes medios de comunicación y el gobierno.

Jacinto Rodríguez Munguía, periodista e investigador, persigue pequeñas historias disueltas en cajas de cartón del Archivo General de la Nación (AGN), para crear una sola. Donde los nombres aparecen con cargos y las firmas con rostros.


El libro plantea una hipótesis dura, tajante, sin vuelta atrás, que promete comprobar: Los medios jugaban el papel de subsistema del poder. Al menos así permanecieron durante dos décadas, periodo que se evidencia en este texto,


Muchos documentos que aparecen en este texto removerán las dudas y la incredulidad. Demasiado expuestos a la desconfianza, los expedientes se respaldan en códigos y sellos del AGN que reflejan su autenticidad.


Tan sólo la labor de búsqueda, ensí la investigación, se llevó tres años. Uno de los primeros documentos que provoca esta historia fue un escrito largo, con varias tipografías, hecho como en partes, que hablaba de política, su título: Columna Granero Político.


Lo trascendente del hallazgo fue una carta de Mario Moya Palencia, secretario de Gobernación en aquello tiempos, dirigida el presidente Luis Echeverría, donde se declaraba quela columna antes citada se había diseñado para los fines de esta dependencia.


- ¿Antes que callar…?, se le pregunta al periodista

“Antes que callar: gritar. Antes que el silencio el grito, no importa si de pronto es muy estridente. El silencio no sólo enmudece a los medios, enmudece al mundo, ¿de qué sirven si callan?”.

El investigador no duda en que las condiciones y el contexto actual favorecen su labor periodística. “No quiero pensar en que no seamos capaces de rebasar la actitud que se asumió durante muchasdécadas en México, y en otros países”. El silencio de aquella época, asegura,hoy no tiene pretextos.


“Hay muchos ejemplos de gente que está haciendo periodismo, que sabe que lo puede contar y que lo está contando, y que le están complicando la vida”.


El origen de esta investigación, hay que decirlo, no fue planeado, fue una casualidad que pidióser publicada. Nació de un problema casi de la vida cotidiana en México: el desempleo.


El periodista buscaba en el Archivo General de la Nación la oportunidad para sobrevivir y generarse un ingreso económico. A finales del año 2000, al escritor le interesaba la publicación inmediata y no la investigación a largo plazo, le preocupaba ganarse la vida.


Con el tiempo, el tema se fue sacudiendo el polvo. Fue una acumulación casi involuntaria de documentosque hablaban sobre la prensa mexicana de aquellos años.


Se trata de unrelato que promete develar cómo los medios de comunicación se servían de lospoderes y, a la vez, se subordinaban. Cómo la prensa jugaban el papel desubsistema del poder, eran casi una secretaría de Estado dedicada a redactar textos, proyectar imágenes y transmitir discursos al aire sobre un Méxicode fantasía.


Su autor: Jacinto el periodista, el perseguidor como el saxofonista de Julio Cortázar, el que no encuentra su final. Es una especie de antítesis de las buenas costumbres que en su casa se respetan. No es el hijo de luchadores de izquierda, pero su esencia lo ubica en los grupos contradictorios a la lógica de las mayorías.

Un personaje hasta contradictorio en sí, que va en contrasentido de las reglas, pero que encuentra un aroma romántico en las cosas que idealiza.


Y sueña dentro de un mundo paralelo a lo que todos llaman realidad. Y sueña mientras vive, porque si no lo hace se muere. Y transita entre utopías que él mismo reconstruye cuando se rompen.


“No le encuentro sentido a la vida si no hay una parte de utopía, no me gustan las cosas materiales, no siento nada por poseer cosas físicas y sí por imaginar, por creer en cosas. Imaginar, creer que pueden ser las cosas de otro modo es para mí fundamental. Que sabes que no pueden ser. Que por eso mismo es una tarea tan inmensamente ingrata y sin embargo te metes a intentar a hacerla”,

-¿Qué le pasa a Jacinto si deja de soñar?

“No. Me muero! No, ya no estaría, no, no, no sé. No me imagino, es que ha sido siempre. Desde pequeño me gustaban los cuentos. A mí me marcaron para toda la vida las crónicas, las historias, las leyendas de mis abuelos. Eso es soñar, es estar como en un mundo paralelo, como condición para poder estar en este mundo”.

- ¿Estás avanzado en tus sueños con la publicación de tu libro?

- “En estos días he sentido como que se cierra un círculo personal, como una etapa, parte de unc írculo en forma de pensamiento, en forma de creencias, en lo que imagino, en lo que quisiera de este país, en lo que quisiera ver distinto”.

- ¿Entonces ves la vida en círculos?

“No. La veo como un espiral. Muy dialéctico el asunto, pero no son círculos. Creo que hay momentoscuando se tienen que ir cerrando algunos, pero al instante que cierras se abren otros. En tu idea de los sueños y de la utopía tienes que irechando hacia delante. Es muy fuerte la realidad, muy pesada como parasostenerla con cosas inmediatas”.

“Yo no sé cómo lehace la gente para no soñar cosas, yo no podría vivir sin ideales. Los ídolos,los dioses, se te caen a cada rato. Me parece que el ser es de una complejidady creo que no hemos hecho lo suficiente para entender eso”.

- ¿Si la vida es asíde compleja, qué es la sencillez para Jacinto?

- “La sencillez escaminar, tomarme un café, fumarme un cigarro, salir bajo la lluvia, me encantael frío. No tener nada qué hacer más que caminar, ir al cine, salir, andar,mirar por la ventana, sonreír, llorar cuando quiera llorar”.

La otra guerra secreta, la de las alianzas en los tiempos de las guerrillasclandestinas que se apagaban con el silencio de los medios. Donde lainformación se omitía, se ocultaban los gritos de protesta y se escribíasobre un país inexistente.

Fueron añosimpecables, sordos y mudos, pero las pruebas quedaron marcadas con firmas en papel.Personajes conocidos, que aún deambulan en la vida nacional con disfracesde inocencia, saldrán a relucir, advierte el texto de casi 500páginas que tardó año y medio en redactarse.

- ¿Si escribes sobrela secreta, cuál es la otra guerra?

- “La otra guerra es la deuna comunicación con grupos sociales olvidados, invisibles para los medios. Nosólo los que son desaparecidos por el poder o por gobiernos locales. Nosólo por eso, sino por los que no existen. Gran parte de la sociedad noexiste para los medios, y en la medida que no existen estamos eliminándolos”.

- ¿Cuál es la guerrade Jacinto?

“Una pequeña batallaque me gustaría llevar al límite, reconocernos en el otro. Reconocer al otro,darle su dimensión, darle su voz, porque al mismo tiempo que lo reconocemos nosestamos reconociendo a nosotros mismos”.

“Parte de lo que podríanser esas pequeñas batallas es llegar a sentirme tranquilo, podermirar a cualquier ciudadano, y que ellos también me puedan mirar.Nos podamos mirar de frente y saber que lo que estamos haciendo”.

¿Hay optimismo en lasgeneraciones que vienen?

“¡Sí! Si no, nohaces esto, si no, no sueñas. Tengo ganas de pensar que se puede. Los procesoshumanos, van delante de los medios de comunicación y se cobran. Yo sí veogeneraciones de periodistas buenísimos, profesionales con una gran responsabilidad”.

Jacinto el que pareceobsesivo cuando guarda una extraña atracción por los archivos viejos queesconden verdades, el que se pasó tres años en el Archivo General de la Nación , tiene frente asímismo su obra concluida y no la percibe. Se le escapa de lo concreto y a laasume en sus fantasías.

“Todavía me despierto enlas madrugadas: Me está costando trabajo saber que está, lo estoy disfrutandomucho, pero estoy entre el éxtasis y la zozobra. Eso me ocurrió cuando nació miprimer hijo”

Éstas son las pequeñasbatallas que Jacinto, construye, destruye y vuelve a soñar. Porque, “Si yopudiera construir mi sueño, lo haría con lo necesario, lo mínimo paravivir. Con tener mi tiempo, con poder decidir mis horarios, poder hablarcuando quiera hablar, callar cuando quiera callar, no sentir que tengo quehacer cosas por obligación. No sentir que le debo algo a nadie, que estoy enpaz, mi tiempo, mi espacio, eso es para mí la sencillez”.



*Jacinto Rodríguez Murguía.

Es periodista e investigador. Ha colaborado con diversosmedios impresos de circulación nacional, entre los que cabe destacar: Milenio Semanal, Proceso, Reforma, El Universal,La revista y Emeequis. Durante mucho tiempo ha investigado los archivos del Archivo General de la Nación y los expedientes dela policía secreta. En 2005 publicó Lasn óminas secretas de Gobernación.

Dueños al descubierto



En el Foro del Lector, de El Siglo, de Torreón


¿Quién decidía lo que se decía durante los sexenios del PRI? ¿Qué hicieron los dueños de los medios cuando el Gobierno silenciaba a los opositores? ¿Dónde estuvieron los líderes de opinión, los columnistas, los reporteros? ¿Quién protestó? ¿Desde qué dependencia se callaba a los periodistas? ¿Los callaron a todos o hubo quienes prefirieron callar por voluntad propia?

Ciudad de México.- Los años de la complicidad. De las alianzas por conveniencia, de las informaciones a modo, de los goces y los disfrutes, pero asimismo de las desapariciones, de la eliminación de lo contradictorio, de la violencia: de las guerras contra las batallas de grupos opuestos al poder.

La otra guerra secreta, una de tantas o pocas, también tiene su historia coloreada de azares. Un libro que promete desnudar los rincones de los medios de comunicación de aquella época. Que pretende hablar, con nombres, de la verdad sobre la convivencia de los grandes medios de comunicación y el Gobierno.

Jacinto Rodríguez Munguía, periodista e investigador, persigue pequeñas historias disueltas en cajas de cartón del Archivo General de la Nación (AGN), para crear una sola. Donde los nombres aparecen con cargos y las firmas con rostros.

El libro plantea una hipótesis dura, tajante, sin vuelta atrás, que promete comprobar: Los medios jugaban el papel de subsistema del poder. Al menos así permanecieron durante dos décadas, periodo que se evidencia en este texto.

Muchos documentos que aparecen en este texto removerán las dudas y la incredulidad. Demasiado expuestos a la desconfianza, los expedientes se respaldan en códigos y sellos del AGN que reflejan su autenticidad.

Tan sólo la labor de búsqueda, en sí la investigación, se llevó tres años. Uno de los primeros documentos que provoca esta historia fue un escrito largo, con varias tipografías, hecho como en partes, que hablaba de política, su título: Columna Granero Político.

Lo trascendente del hallazgo fue una carta de Mario Moya Palencia, secretario de Gobernación en aquello tiempos, dirigida el presidente Luis Echeverría, donde se declaraba que la columna antes citada se había diseñado para los fines de esta dependencia.

Jacinto el que ve la vida en espiral, el que se persigue a sí mismo, escribe sobre 500 hojas sus ideas comprobables, la otra guerra que los medios callaron, en la que se transformaron en empresas de inversión para los favores del gobierno.

El perseguidor de sueños – como el mismo se dibuja—, de las cosas simples donde encuentra fragmentos de felicidad, busca también oxigenarse una vez que su texto logre su objetivo. Porque, dice, no aspira más que hacerle un guiño a la reflexión de sus compañeros de viaje, los periodistas, no los que callaron en aquella época por conveniencia, sino las nuevas generaciones.

Le interesa que su libro llegue a los medios, pero muchos más que se aproxime a las universidades, a las escuelas de periodismo, que genere por lo menos un cuestionamiento entre sus colegas viejos y jóvenes, que los seduzca a la meditación.

La guerra del autor – describe él mismo— es sólo una batalla que le gustaría llevar al límite, donde se reconozca al otro con toda su dimensión y la claridad de su voz. Llegar al punto donde los rostros se miren, donde los periodistas y los ciudadanos se vean de frente, sin diferencias.

La historia de este libro siguió su propio destino. Por casualidades o no, corrió sobre la ruta que le trazó el azar. Porque el autor no buscó el tema de su investigación, sino que los expedientes, los relatos encerrados en el acervo de la nación le provocaron el antojo de escribir sobre estos.

El texto como cualquier incomodidad encontró los obstáculos más obvios de censura, en la búsqueda de editoriales se estrelló contra intenciones que no se concretaron en papel impreso.

Finalmente y contrario a las sensaciones del investigador que aún no percibe el final, el texto está cerrado. La ventana se abre y sus moradores, los periodistas, reporteros, líderes de opinión y dueños de medios quedan al descubierto.